La historia podía haber sido así:
Manolo, a ver si pintas el local, que así como está no lo alquilamos ni de coña, decía Mari Puri día tras día. Manolo, harto de escuchar a su mujer semana tras semana, decide dedicar un fin de semana al noble arte de la brocha gorda.
Maldita sea mi suerte, el día que heredamos el local del suegro, maldecía cada vez que tomaba pintura de la paleta, recordando el suplicio de la tarde en el Leroy Merlín. No, no, no, no, pero Manolo, ¿cómo lo vas a pintar de negro? ¿es que acaso quieres insinuar algo?, mira, mira, ¿y este camel?, no, no, mejor turquesa, no, azul, ¡azul cielo!. Joder, exclamó Manolo, pues lo que te había dicho, negro, negro como el cielo, ¿no has visto la que va a caer?. Manolo, cada día estás más tonto...
Derrotado por el lumbago, Manolo dió las últimas pinceladas apurando su amor propio al máximo. Pues chico, no está mal este color, azul....azul... azul leches!
Mari Puri, baja, baja y verás qué bien ha quedado. Espera Manolo, que voy con la bata. Tres cuartos de hora más tarde, allá que van a ver el local azul cielo....
El día que conocí a Bin Laden, de Jérémie Dres
Hace 1 semana
4 comentarios:
Eso es lo que pasa cuando uno se toma en serio las cosas.
Pa matarle al gracioso, pa matarle...
Igual Manolo es un capullo y se merece volver a pintar la pared...
La gente muestra su arte.....jajajaja
Me solidarizo con Manolo....
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